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Se han estancado los sueldos en los países más ricos en casi dos décadas



En lo que va de siglo, los salarios han crecido menos de la mitad que la economía en 22 de

los países más ricos del mundo, según un estudio publicado por la consultora

estadounidense McKinsey.


Por otro lado, el trabajo a tiempo parcial, una modalidad en claro auge y, por lo general,

más precaria que la de tiempo completo, explica prácticamente todo el crecimiento del

empleo acumulado.


Según publicó el diario español El País, en el momento de mayor prosperidad de la historia

de la humanidad y a pesar de que la tasa de ocupación del bloque está en niveles nunca

antes vistos, el mercado de trabajo emite señales poco esperanzadoras, con un

estancamiento «persistente» de los sueldos.


Entre 2000 y 2018, el salario medio en las principales economías —abarcando

prácticamente a todos los países de la OCDE, entre ellos Estados Unidos y buena parte de

Europa Occidental— creció a un ritmo anual de solo el 0.7 por ciento, frente a un alza del

PIB del 1.6 por ciento.


En dos países —Grecia y Portugal— los sueldos llegaron a bajar (-0.2 por ciento en ambos

casos) y en España avanzaron un mínimo 0.2 por ciento nominal, en buena medida por lo

sucedido en el periodo precrisis: después del estallido de la burbuja, la devaluación salarial.

Las consecuencias de esta precaria alza salarial han sido, fundamentalmente, dos. Casi siete

de cada 10 hogares del bloque de países analizados han visto cómo sus ingresos se

mantenían estables o disminuían en términos reales (inflación incluida). Y, en paralelo, la

tasa de pobreza relativa crecía: si en el año 2000 el 11 por ciento de los trabajadores tenía

menos de la mitad del ingreso mediano (el que está justo en la mitad de la distribución), en

2016 esa cifra ya había escalado hasta el 13 por ciento. Para entonces 14 millones de

personas estaban por debajo de ese umbral en el grupo de países analizados, que suman casi el 60 por ciento del PIB global.


Tecnología, automatización y globalización son los factores que están cambiando la

fisionomía misma del trabajo. Según explican los técnicos del McKinsey Global Institute,

«son un arma de doble filo: han traído resultados favorables a nivel agregado, han

contribuido al crecimiento económico y, en algunos casos, han creado nuevos empleos y

oportunidades, beneficiando directa e indirectamente a algunos. Pero, al mismo tiempo, han contribuido a la polarización del trabajo, con resultados mucho menos favorables para

otros».



El objetivo del estudio, mencionan, «no es sugerir una reversión en las ganancias y la

creación de oportunidades derivadas del desarrollo tecnológico sino arrojar luz en los

resultados que está teniendo para algunas personas y motivar la acción de que la

prosperidad económica sea inclusiva y compartida por todos».


En la era del autotrabajo y los contratos temporales y de cero horas, el empleo a tiempo

parcial se ha convertido en una moneda común en el mercado laboral de las economías

maduras.


Entre 2000 y 2018, el empleo total creció un 2.7 por ciento en el bloque de países analizados, pero la distribución fue muy desigual: mientras los contratos a tiempo parcial

subieron un 4.1 por ciento, los de tiempo completo cayeron un 1.4 por ciento. Dicho de otra

forma: si se excluye el empleo creado a medio tiempo, el mercado de trabajo habría

destruido empleo.


Estar en el grupo de quienes se han visto favorecidos por este nuevo entorno laboral o en el

de quienes han sufrido en carne propia los cambios derivados de las nuevas tecnologías

tiene mucho que ver con el nivel educativo. Y los mejor parados han sido los extremos.


«Las nuevas oportunidades han beneficiado a los trabajadores con muchas habilidades y

bien pagados, y a los que menos habilidades y peores salarios tienen, siempre respecto a la

media», agregan los firmantes del estudio, titulado El contrato social en el siglo XXI.


Los ubicados en ese término medio, tanto en sueldo como en capacidades, han sido los peor parados. «Se han visto exprimidos», señalan de manera gráfica. Según sus cálculos, el

número de ocupados en este segmento ha caído en siete millones de personas en los países europeos y Estados Unidos, «aunque la tendencia se ha ido ralentizando» en los últimos tiempos.


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